Zyanya Zavaleta
tomado de http://www.predicado.com/leer/articulo/153543.html
-Hoy, todo es lluvia y la gente corre a sus respectivas cajas de cartón a refugiarse. Algunas de estas cajas tienen jardín otras ni siquiera ventanas; pero siguen siendo cajas al fin y al cabo.
La lluvia cae con fuerza este día en esta ciudad perdida- pensé- que si bien esta en el mapa……-se dejo oír una carcajada estridente en todo la calle-¡Viejo loco!-vociferé- Primero, llama a mi casa caja y luego empieza a reírse como lunático.
-¡Yo tengo caja!-exclamó gritándole al viento-con 11 recamaras y una gran piscina. Pero esta noche-pausó por unos segundos-me quedaré en este punto, justo aquí; empapándome y viendo esas luces en el cielo que son todo menos estrellas.
Decidí mejor correr a mi casa, pues a esas alturas no podía darme el lujo de resfriarme. Al sacar el periódico de mi portafolio para cubrirme la cabeza, volví a leer el encabezado que versaba: “Se van, nos dejan y eso no cambia nada”.
Había tanta gente que no había podido ver a el vagabundo que gritaba, de todas maneras ya lo tenia bien visualizado; en harapos, suciedad dispersa en su viejo rostro decrepito, cabello gris hecho marañas y descalzo o bien en zapatos rotos.
Gran sorpresa la que me llevé al darme cuenta de que era un hombre de no más de cuarenta años, bien peinado y sobretodo muy bien vestido.
-Yo diría que es muy robusto y bajito-comenté al verlo.
Seguí tratando de avanzar en esa muchedumbre de chaquetas mojadas cuando observé que en una esquina había un letrero en luz de neón que anunciaba un bar “Burma”, seguramente de mala muerte y bajo la luz de aquel letrero se encontraba un grupo de jóvenes con facha de idealistas que debatían acerca de la partida de los llamados guardianes divinos.
Mientras me abría paso tratando de llegar a mi “caja” antes de la madrugada, escuché retazos del interesante debate:
-Se fueron porque ya no podían hacer nada por esta ciudad.
-¡Claro que no! Se fueron porque nunca tuvimos la atención de escucharlos.
- Se fueron sólo para provocar esta tormenta infernal con su llanto interminable-dijo un pelirrojo, para terminar la discusión e irse de ahí.
-¡La única verdad es que jamás estuvieron aquí! ¿Alguna vez ayudaron a alguien?-ante el inminente silencio, el joven del chaquetón marrón continuo -¿Alguien alguna vez los vio?-Pero no hubo silencio, sino una réplica de uno de los participantes más activos.
-¡Por supuesto qué si!-Exclamó con seguridad-Justo hoy por la mañana en la estación del ferrocarril un hombre joven lloraba desesperado en un rincón del andén, justo cuando me acercaba a ayudarlo levantó el rostro bañado en lágrimas, que brillaban tanto como esta lluvia, su ropa se hizo trizas y se elev…
En ese momento la lluvia se hizo más recia y empecé a correr desesperadamente. Después de varios minutos y ya muy agotado, llegué a una avenida cerca de mi casa. ¡Pardiez! Estaba totalmente inundada, tendría que volver varias calles dando un rodeo hasta mi apartamento. Al volver pasé cerca del “Burma” que se encontraba desierto, supuse que los participantes del ardiente debate habían corrido como yo. Ahora todo estaba desierto, seguro la mayoría de la gente que abochornaba las calles ya había llegado a su “caja”, decidí ir con más tranquilidad, al fin más mojado no podría estar. Deje volar mis pensamientos hasta lo que había leído por la mañana en el diario ahora desecho.
-Si-murmuré- convivían con nosotros como seres normales siempre tratando de ayudarnos, pero esta mañana evaluaron la situación y se rindieron.
Seguí caminado como por instinto un largo tiempo hasta que choqué con aquel hombre que ya no estaba bien peinado debido a tanta humedad.
-Hijo-me dijo aquel hombre que creí vagabundo- Los ángeles se van de la ciudad.
-O más bien ya se fueron-dije, señalando la última luz que ya desaparecía lentamente en el cielo.
Me alejé poco a poco, dejando al hombre de las once habitaciones y una gran piscina sentado en una verdadera caja de cartón. Estaba apunto de irme, pero en el último vistazo pude observar como miraba serenamente al cielo mientras una lágrima se deslizaba lentamente por su mejilla izquierda.
-¿Por qué llora?- Le pregunté interesado.
-Lloro por Norma-dijo melancólicamente.
-¿Norma?
-Si, estoy seguro de que ella era un ángel y ahora se ha ido para siempre.
-Norma!-exclamé-mientras sacaba un cigarrillo y me sentaba en una caja mojada, con ese singular hombre que lloraba por la partida de un ángel. La lluvia amainaba poco a poco, mientras pensaba que ninguna persona que yo había conocido era un ángel. Tal vez ese hombre fue el único que lloró la partida de los ángeles y tal vez también él fue el único ángel que se quedó en la tierra, aún me pregunto si se quedó a llorar por los àngeles o por la humanidad que se perdía… pobre ángel de alas rotas.